Con un tiempo mucho más benévolo, sol y una suave brisa, la tarde del sábado parecía mucho más prometedora, y el público pareció más animado para subir al Tibidabo Live Festival 2015. Las familias con niños empachados de algodón de azúcar que no paraban de pedir un viaje más en los caballitos se mezclaron con el público indie, atraído poderosamente por Belako y Mogwai. La primera parada de la tarde fue con Ghost Number & His Tipsy Gypsies en el escenario pequeño. También procedentes del País Vasco, este proyecto musical busca emular el folclore de un país imaginario plagado frenéticos ritmos circenses, swing y country. Una intervención brillante y optimista en la que solamente daba rabia no saber bailar los endiablados ritmos que practica esta gente.
Ghost Number and His Tipsy Gypsies
Rey Villalobos de House Of Wolves
Continuamos con el dúo estadounidense House Of Wolves que, aunque también hacía del género de la guitarra y la batería su bandera, lo hacía de una forma completamente distinta a la que habíamos visto en la jornada anterior. Intimidad acústica, canciones de esas que le arropan a uno en las noches de invierno y un concierto de emociones a flor de piel que, también hay que reconocerlo, desentonaba un poco con el carácter más rockero y ruidoso del resto de la jornada. Tras ellos Los Bracco practicaron un rock clásico, de letras directas y explícitas y bluses sencillos, en el escenario pequeño.
Cris, de Belako
Uno de los platos fuertes de la jornada eran los ya archiconocidos Belako, que se subieron al escenario principal con un buen puñado de público entregado a su juvenil frescura eléctrica. Ofrecieron un set veloz, de unos 40 minutos, en los que la intensidad creció de manera casi exponencial, comenzando algo fríos pero no pudiendo evitar las sonrisas, los saltos, las bromas y hasta las carcajadas a medida que avanzaban en su actuación. Sobre lo que hacen sobre el escenario ya hemos escrito casi todo lo que hay que escribir: entre el Eurie que publicaron en 2013 y los dos EPs que lanzaron el año pasado, cuentan ya con más que un puñado de temas populares con los que animar al público más rockero, entre los que siempre destacan Sea of Confusion y el Haunted House, que marcan su desmelene total en directo. Como siempre, también, la acertada y recortada versión adaptada a su punk-rock del Sinnerman de Nina Simone. De las bandas nacionales de la actualidad Belako suelen ser una apuesta segura por la calidad de sus temas y la frescura de su directo. Esta ocasión no fue una excepción. Tras ellos, Ocellot pusieron en marcha su onírica y algo psicodélica electrónica en el escenario pequeño, recordando por momentos a los primeros tiempos de Hola A Todo El Mundo, aunque sin la pegada que tenían aquellos entonces.
Por último eran los escoceses Mogwai los que se encargaban de cerrar el Tibidabo Live Festival, y lo hacían con un intensísimo set de algo menos de 90 minutos que hizo las delicias de los más (post) rockeros. Este concierto se enmarcaba en la gira del veinte aniversario de la formación de la banda que les ha tenido ocupados desde el arranque de este año, de manera los de Glasgow tiraron de grandes éxitos para arrancar vítores y emocionados aplausos desde los primeros compases del concierto. Tal vez con la ausencia de Mogwai Fear Satan como la más destacada del setlist, Rano Pano, Haunted By A Freak o I’m Jim Morrison, I’m Dead sí que sonaron en todo su esplendor, dirigiendo al público hacia unos incontenibles estallidos sonoros, en los que la compenetración entre los sintetizadores y las guitarras era absoluta. Se incluyó el Teenage Exorcists que aparecía en el Music Industry 3. Fitness Industry 1, EP que recopilaba el año pasado algunos temas que no llegaron a entrar en Rave Tapes (2014), y que obligó a Stuart Braithwaite a cantar, aunque fuera el escueto texto que la acompaña. La atronadora sonoridad de Mogwai es por todos conocida, y en esta ocasión estuvo al servicio de una selección de temas que, bastaba con ver las caras del público, conectó con la audiencia de manera sincera y brillante.
Los de Glasgow son una banda que arrasa allá donde vaya, que levanta inmensos muros de sonido solo para hacerlos estallar de forma violenta, aunque respetando siempre la limpieza melódica de sus composiciones, no enmarañándose en la nube de sonido y distorsión que crean, haciendo que la principal línea melódica sobrevuele siempre sobre ella. No hubo bises, pero cerraron con una interpretación de My Father, My King que se prolongó durante algo más de 15 minutos y que arrastró a la audiencia por un sinfín de paisajes complejos, dilatadas explosiones de distorsión y delicados pasajes de punteo y silencio, marca de la casa de los escoceses. Fueron cálidos los de Glasgow, agradecían de manera sincera todos los vítores y da la impresión de que su simpatía contribuyó definitivamente a que se metieran al público en el bolsillo.
Con esto se cerró la primera edición del Tibidabo Live Festival, una buena iniciativa a la que tal vez le falta un poco de paciencia para calar entre el público. Estando la lluvia completamente fuera de control de los organizadores, tal vez si que habría sido deseable algún medio de transporte para salir del alejado recinto al término de los conciertos, puesto que el autobús que conecta el parque de atracciones con Plaza de Catalunya (el centro de Barcelona) dejaba de operar muy pronto. No obstante, es innegable que la ubicación era pintoresca y divertida y además ofrecía un buen número de servicios que uno no suele encontrarse en un festival de música. Lo dicho, espero que a esta primera edición le sigan otras y que el Tibidabo Live Festival se asiente como su homólogo donostiarra. Puedes ver más imágenes de la jornada en nuestro Flickr o en la web de nuestra fotógrafa.
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